miércoles, 9 de abril de 2014

La paciente tenía un cuadro depresivo-suicida. Vivía en casa con su familia, tenía 50 años y se pasaba todo el día sentada en un rincón. No hablaba con nadie, no comía con nadie. Estaba en un estado de total falta de comunicación.
La persona estaba bajo la supervisión y cuidado de un psiquiatra, como era de esperarse. El psiquiatra le administraba una variedad de medicaciones. Pero la familia comenzó a preocuparse por su nutrición, por lo que el Dr. Andrew W. Saul les mencionó el reciente hallazgo del Dr. Hoffers: La niacina.
Al no ver resultados positivos tras el tratamiento psiquiátrico, la familia decidió  administrarle niacina, que es una vitamina. Con una dosis de 11,500 mg al día, (la dosis promedio al día es de 3,000 mg en pacientes no muy enfermos) la  paciente ya se sentaba en la mesa para convivir y comer con sus familiares, como si nada hubiera ocurrido.
Entonces fueron a ver al psiquiatra y cuando le mostraron a esta persona recuperada, el psiquiatra dijo: “Bueno, no creo que deba tomar toda esa niacina, podría hacerle daño.”, así que dejaron de darle niacina, regresaron con los medicamentos y ella volvió al rincón.
¿Por qué sucede ésto? No quiere decir que el psiquiatra sea una mala persona o que los medicamentos no funcionen, simplemente de este ejemplo se puede concluir que la medicina se ha extendido a campos que sencillamente no puede cubrir.
No hay ni una muerte promedio anual a causa de la niacina.

¿Cuánta gente con cuadro depresivo-suicida termina con su vida por año?
Y pensar que una solución como ésta se encuentra al alcance de todos...

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