jueves, 27 de noviembre de 2014

Lo prometido es deuda. Como les mencioné en mi primera entrada, con cierta frecuencia escribiré textos para su reflexión personal.
Me voy a separar sólo un poco de mi carrera Comunicación y producción de medios, y que por ende, mi tema central es Crítica a los medios. Que bueno, más adelante comentaré y elaboraré entradas dedicadas a ese tema.
Pero por esta ocasión les quiero compartir lo que escribí en mi clase de información y sociedad.
Trata sobre los dragones (pero no como se acaban de imaginar). No es una historia, ni una leyenda, es una reflexión sobre los dragones:


Un dragón representa lo que hemos de superar o aprender para cruzar de este mundo material a uno más sutil o espiritual; por lo tanto, representan nuestras limitaciones y potencias, nuestros miedos y fortalezas, nuestra ignorancia y agresividad, a la vez que nuestra sabiduría y bondad. En una frase: nuestros egos a superar y nuestros ideales a alcanzar.


Sin embargo, los dragones se representan de acuerdo con el entorno cultural en el que se les describe y, como el mundo está culturalmente dividido en dos hemisferios, que entre sí generan un equilibrio, igual los dragones representan fuerzas o egos distintos en cada uno de ellos. Para esto hay que recordar que esta Tierra está creada como la unión de dos fuerzas: una activa que es de naturaleza creadora y una pasiva que es de naturaleza conservadora; la fuerza activa es representada como el “yin” o como el “padre”, mientras que la fuerza pasiva es el “yang” o la “madre” y entre ambos dan vida al “hijo”, que es la creación misma.

Basado en esto, la fuerza activa en el mundo es el occidente y la fuerza pasiva es el oriente, siendo la unión de ambos una humanidad íntegra, fuerte y bondadosa. Ahora bien, con esto en mente, veamos lo que es un dragón en cada uno de ellos:

Para el mundo occidental, de naturaleza activa, el dragón representa el ego a vencer. En occidente la filosofía dominante es la de la conquista, el crecimiento por medio de la fuerza y la invención, en el que un individuo se ve como un ente aislado y todo el cosmos como algo divisible en el que cada parte tiene su propia naturaleza y, por ello, una persona puede desarrollar partes de sí de forma separada a las demás. Un ejemplo de esto son los juegos olímpicos en donde un atleta se concentra en desarrollar sólo lo que necesita para ser sumamente bueno en algún rubro, sacrificando otras partes y haciéndose totalmente torpe en otros. Aquí el dragón representa cada aspecto de la naturaleza humana que ha de enfrentarse para alcanzar el desarrollo espiritual de la persona y, por ello, existen tantas variantes de dragones como egos y limitantes que tiene un ser humano.

En occidente se considera que sólo un príncipe o un gran caballero puede derrotar a un dragón. Es importante hacer notar que los términos de “príncipe” y “caballero” no son exclusivos del significado medieval y romántico, sino que representan a aquellas personas que son instruidas de forma especial; con base en esto un príncipe es alguien que ha sido educado para la responsabilidad y el liderazgo, y un caballero alguien que ha sido educado en la moral, la voluntad y la fuerza. Todo esto es necesario para dominar a un dragón, ya que se requiere de una preparación especial para enfrentar nuestros egos y transformarlos en algo más noble.

Veamos cómo se representan: El dragón es de naturaleza feroz, agresivo, inteligente, sabio y poderoso; su apariencia puede resultar repulsiva para nosotros y causarnos temor, además de que tienen armas muy poderosas como el fuego, garras y dientes; custodian tesoros y tienden a robarse aquello que más queremos o que consideramos bello; moran en lugares apartados de difícil acceso y en donde el temple de quien los busca está siempre a prueba y en riesgo de muerte. Son, a final de cuentas, egos… El príncipe se presenta seguro de sí mismo, blanco, inteligente y sabio; observa, entiende y busca cómo derrotar al ego que tiene frente a sí. De forma similar, el caballero se muestra armoniosamente ataviado y armado con dos objetos: un escudo, que representa su valor, y una espada (lanza u otra arma según la cultura) que representa su voluntad.

A final de cuentas es el mundo occidental, en donde hay conquista y ésta sólo se da con una victoria y una derrota, que el resultado del enfrentamiento con un dragón/ego es el mismo: Alguien muere, sea el dragón o el caballero o el príncipe, y el que sobrevive es más fuerte de lo que fue antes de que se enfrentaran; las únicas excepciones ocurren cuando interviene una mujer que, gracias a su naturaleza pasiva, puede impedir que el combate se dé o resulte en alguna muerte y que el dragón/ego y el caballero/príncipe se desarrollen en paz y armonía.


Por otro lado, en el mundo oriental, de naturaleza pasiva, el dragón representa el ideal a alcanzar. Siendo su filosofía integral u holística, en oriente se reconoce la unión entre los humanos, su entorno y el cosmos; esta filosofía ve a un individuo como un todo y no puede separarlo del mundo natural ni del espiritual. Es una filosofía basada en altos valores y honor, ya que son la energía y voluntades de la persona y el cosmos lo que está en comunicación, por lo que los dragones no son egos a vencer sino la sabiduría a alcanzar y se les ve como puentes entre lo que hoy podemos hacer y lo que potencialmente podemos lograr.

Ahora bien, conociendo que la naturaleza humana tiene un lado luminoso y otro oscuro, el dragón oriental también los tiene y por ello el alcanzar el ideal que representan significa para el iniciado (aquella persona que ha comenzado la búsqueda de su iluminación) el entender y poder equilibrar ambos lados de su naturaleza, tanto en su cuerpo físico, como en su mente, su corazón, su alma y su espíritu.

Veamos cómo se representan en este contexto: El dragón es ágil, feroz en su voluntad, sabio y conecta al cielo con la tierra, con una apariencia que no es repulsiva ni causa temor sino asombro y respeto; custodian el conocimiento de los cielos y la cura a los males humanos y no necesitan nada de nosotros, por lo que no tienden a quitarnos nada a menos que sea en bien del elegido; viven en el cielo, montañas o bosques, pero no ocultos sino en ambientes que invitan a ser visitados por la paz y armonía que tienen, si bien con el esfuerzo que esto representa; no tienen más armas que su poder y conocimiento y no las usan mas que para enseñar o dar lecciones, nunca para matar. Son, a final de cuentas, ideales… El príncipe se presenta sereno y en paz, entregado a la enseñanza y ve al dragón como un maestro o vehículo de aprendizaje, mas no como un adversario a vencer. Así mismo, el guerrero se muestra finamente ataviado y armado, pero sus armas están en reposo en sus fundas, ya que no las necesita salvo para quitar obstáculos; su voluntad y su valor los demuestra con sus manos libres y dispuestas a aprender.



Visiones muy distintas, ¿cierto?, pero, al final, buscan lo mismo: Que seamos mejores. Una persona que logra desarrollarse no tiene dragones que enfrentar o alcanzar, ya que se transforma en un iluminado en donde el mayor poder que tiene es su amor puro e incondicional por todo lo que es.



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